La mayoría de trabajadores manuales que pasan de los 50 ve muy difícil llegar a los 65 haciendo el mismo trabajo.
En 2011, el Gobierno amplió la edad de jubilación hasta los 67 años, obviando que determinadas ocupaciones manuales suponen tal desgaste físico que es imposible llegar a esa edad haciendo el mismo trabajo. Esa es la opinión mayoritaria de los trabajadores consultados. Olga tiene 59 años y es cocinera en una empresa de catering que trabaja para colegios de Madrid. Cada día mueve 2.400 kilos, una cifra que es el resultado de mover dos veces 120 bandejas que pesan 10 kilos cada una. A eso hay que añadir tres jarras de un litro por bandeja, con las que echa las salsas de tomate a los platos cocinados, es decir, a esa cifra hay que añadirle 360 kilos más. Entró en la empresa con 39 años y ahora, 20 años después, hace el mismo trabajo que cuando empezó. Recientemente la han tenido que operar de un hombro: “He estado de baja un año. Tenía roto un tendón y desgaste por levantamiento de peso. Es evidente que tiene que ver con el trabajo que hago, pero no he tenido ganas de pelearme con la mutua ni con la empresa. Si te metes en líos con ellos es peor y el año que viene pretendo prejubilarme con un contrato relevo. Así no puedo seguir”, explica la trabajadora. Olga debería operarse del otro hombro que también tiene dañado, pero no se atreve. “La recuperación ha sido muy costosa y dolorosa –comenta Olga– y no sé si me veo con fuerzas de volver a pasar por ahí”.
Esta trabajadora no quiere pelear por su
tema personal, pero como delegada de prevención sí le está pidiendo a
la empresa cambios: “Hemos conseguido que pongan más carros para evitar
manipular tanto peso, pero no hemos conseguido nada en el terreno de la
organización del trabajo. Estamos pidiendo que determinados puestos sean
rotativos, con la idea de que la gente no llegue tan cascada a los 50
años. Así es imposible llegar a la edad de jubilación, y quienes ahora
tienen 40 años van a tener que jubilarse a los 67. Es una locura”.
Isabel es camarera de piso en un hotel de Isabel es camarera de piso en
un hotel de Barcelona. Tiene 60 años y acaba de prejubilarse. “Me he
prejubilado con un contrato relevo porque es imposible seguir haciendo
el mismo trabajo que hacía. Limpiamos 20 habitaciones y 20 baños al día.
Es un esfuerzo físico tremendo. Una sola persona ha de levantar las
camas y limpiar a un ritmo frenético suelos, cristales, espejos, etc.
Nuestros cuerpos no lo aguantan. Mis compañeras de 50 años están
deseando llegar a los 60 para ver si pueden jubilarse, aunque las cosas
se están poniendo cada vez más difíciles”, explica Isabel.
En los
últimos años, la empresa ha dejado de introducir mejoras en el
equipamiento, inversiones en equipo que aligeraban el trabajo de las
camareras de piso: “Con la crisis han dejado de invertir. Cambiaron 40
de 400 camas y ahí se quedó la cosa”, añade esta camarera de piso.
Isabel fue delegada de prevención y conoce bien las patologías sufridas
por ella y sus compañeras: “Las lesiones en muñeca y hombros están a la
orden del día. También los problemas de circulación en las piernas. La
sobrecarga de trabajo se ha agravado con la crisis. Hace poco, el hotel
ha hecho un ERE y no hay recursos suficientes para hacer el trabajo.
Todo se tramita como enfermedad común, aunque está claro que son
lesiones que tienen que ver con nuestro trabajo”.
Silvino trabaja
en una planta de reciclaje de residuos en Vizcaya. Tiene 52 años y
lleva ocho en la empresa. Empezó a trabajar a los 14 años. Por la mañana
llevaba fruta a una frutería y por la tarde trabajaba en un taller.
Lleva mucho tiempo haciendo esfuerzos físicos y no se ve llegando a los
65 en su actual puesto de trabajo: “Estoy al final de la cinta de la
planta de reciclaje, tirando la basura que sobra y seleccionando el
cobre”, explica. Hace poco ha estado de baja tres semanas por un
desgarro en un hombro: “La movilidad completa no la he recuperado pero
ya estoy trabajando. A mediados de agosto tengo que volver a la mutua
para que me vean”. Para curar un desgarro en el hombro, una baja de tres
semanas parece corta, pero la mutua ha emitido un informe de que es
apto con restricciones. “De momento no estoy haciendo trabajo que
requiera levantar peso. Me agobia pensar que llegue un momento en que me
digan que haga algo y no pueda hacerlo”, explica el trabajador. Silvino
tiene muy claro que establecer la misma edad de jubilación para la gran
mayoría de los trabajadores es una locura: “No es lo mismo trabajar en
un despacho que estar en una planta de reciclaje, expuesto al frío, al
viento y al sol y levantando pesos”, concluye.
Carmelo tiene 60
años, vive en Barcelona y trabaja en la construcción. Explica muy bien
su situación actual cuando habla de su cuerpo: “El cuerpo no es el
mismo. Y el que diga que sí es que está tonto. Yo tengo más experiencia,
pero no tengo los mismos reflejos para subir a los andamios”, afirma.
El año que viene va a tratar de llegar a un acuerdo con la empresa: “Yo,
así, a los 65 años no llego. O consigo que la empresa me prejubile o me
largo. Yo empecé a trabajar a los 13 años y medio y ya está bien. Con
mi edad hacer los esfuerzos que yo hacía cuando era joven es un abuso.
Si te pasas no te recuperas como antes. Antes en un día te recuperabas,
pero ahora tardas más de una semana”.
Óscar es delegado de
prevención en una empresa de maquinaria industrial de San Sebastián y
nos cuenta un caso de un compañero de 59 años que ha estado haciendo
turnos de noche: “Hemos tenido que intervenir desde el sindicato porque
el trabajador ha estado ingresado recientemente por problemas
cardiovasculares y lleva dos o tres años en el turno de noche. Además,
como es un trabajador muy disciplinado, la empresa se ha aprovechado de
él y le ha hecho cambios de turnos para cubrir bajas, de manera
sistemática. Él tiene miedo de enfrentarse y no se queja. Solo ahora,
cuando ha intervenido el sindicato, lo han puesto en un taller que no
hace noches”.
Fuente: ISTAS. BERTA CHULVI
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